martes, 18 de diciembre de 2007

Ejemplo de programa que se aplica en aulas de secundaria



"Qué bonita es". Pero bonita, ¿para quién?

Hace mucho tiempo, los griegos cogieron a Venus y, en base a su cuerpo, detallaron que si una mujer medía 7 veces su cabeza, era bella. Y que nadie dijera lo contrario.

Años más tarde, concretamente los años 50, Marilyn Monroe, una mujer de 1.65 centímetros, se convirtió en el icono de moda y se decidió, en relación a esta idea, coger sus medidas corporales como medida de la belleza. Y aquí tenemos al 90 60 90 tan premiado.

Hoy en día, hojeamos la revista Vogue y vemos tallas (hablamos de la 34-36) que hace 10 años estaban catalogadas como tallas infantiles. ¿Ha cambiado genéticamente nuestro cuerpo en este período de tiempo? ¿Nos ha ayudado la industria de la moda a cambiar evolutivamente? ¿Es ayudar el verbo que necesita la pregunta anterior?

Esas revistas inundan la sociedad. Pero no sólo las revistas, sino todos los medios. Han adquirido tanto valor que ya lo tenemos interiorizado, lo hemos tomado como bueno y hasta nos hemos creído que la belleza es objetiva y estática. Pero eso no es verdad. Y cada período requiere lo que la industria demanda.

¿Querían esas niñas chinas pasarse el día sentadas por tener los pies deformados? Eran las primeras en casarse, las más deseadas, las más bellas. Lo vemos y nos da la risa, incluso si buscarais la foto de uno de esos pies os daría asco y pensaríais que es una aberración.
De la misma forma que haríais con las mujeres jirafa. Por suerte, hoy en día sólo son un reclamo turístico pero hace años estas féminas llegaban a tener cuellos de hasta 25 centímetros. Y quítale tú esos aros: morían desnucadas. Hasta ese punto llega la belleza.
Cambias de cultura y te vas a Mauritania: 20 litros de leche engullían cada día las mujeres mientras recibían masajes para hacer crecer sus tejidos corporales. A más celulitis, más belleza. Justo lo contrario de lo que pasa en nuestro entorno habitual.

Lo ves de lejos y te parece una tontería. Tú no te pondrías esos aros en el cuello, ni beberías litros de leche, ni dejarías que rompieran tus huesos de los pies. Sin embargo piensas que las modelos de la fotografía son bellas. ¿Por qué somos capaces de negar lo anterior y de seguir nuestra cultura?

Porque así te lo han expuesto, y porque así te lo has creído.

La publicidad nos ha creado una necesidad; nos dicen que estar delgado y ser bello va asociado a la felicidad. La segunda fase ha sido hacernos ver que conseguir ese ideal es posible, “que si tienes celulitis es porque quieres”. Y, así, llegan a la última fase en la que uno llega a creer que es posible modificar el propio cuerpo.

Pero eso nos pasa por no saber discriminar lo que es opinión y publicidad, con lo que es conocimiento. Porque nadie nos ha dicho que se han hecho investigaciones en las que adolescentes que se exponían a dietas, a los 5-6 años conseguían más peso que las que no lo hacían. Como tampoco nos han explicado que el cuerpo no puede modificarse como queramos; que si se hace dieta y no se pierde peso no es por culpa de un mal seguimiento, por culpa de uno mismo; sino porque hay mecanismos del propio cuerpo que así lo regulan.

Pasa que nos comparamos socialmente, un proceso psicológico normal y habitual, con imágenes que no existen (y aquí viene el error). Con modelos que han sido creadas con esfuerzo gracias a técnicas como la fragmentación, el maquillaje profesional o los retoques por ordenador. ¿Quién imaginaría que detrás de ese anuncio se iba a encontrar con una modelo de rostro, otra modelo de manos y otra más de piernas? ¿No ve sólo una?

Y lógicamente esto parece paja mental que queda bonita expuesta y muy bien argumentada. Que si la sociedad no cambia su ideal de belleza, da igual lo que yo esté diciendo aquí. Y me parece lógico. Sólo vengo a decir que debemos cuestionarlo todo. No sólo en términos de belleza, sino en los ideales que nos transmiten todos los medios.

Porque no nos damos cuenta, pero nos movemos continuamente por las necesidades que nos crean los jefes grandes que pretenden cubrir sus paredes de billetes. Y a veces no sabes si realmente piensas lo que piensas por motu propio, o porque alguien te lo ha metido en la cabeza.


http://www.youtube.com/watch?v=iYhCn0jf46U

2 comentarios:

X dijo...

La verdad es que hoy en día es muy difícil discernir si cada cosa que pensamos y cada opinión que tenemos sobre cualquier objeto es espontánea y natural o influida por la sociedad. Lo normal es pensar lo segundo, pero un arma de doble filo también, por aquel mal endémico de creernos especiales. ¿Hasta qué punto no te ha influido algo, la campaña de Dove mismamente, para escribir un post así? Nadie está libre de sospecha, ni pensar como pocos es necesariamente lo correcto, si algo así existiera.

No obstante, opino como tú, solo que desde hace tiempo soy un poco radical (odio esta palabra) en este asunto. La belleza es subjetiva y lo es en todo, no solo la corporal. También en el arte. No existe la buena música, ni las películas buenas ni los buenos escritores. U2 no es mejor banda que las Spice Girls ni Arturo Pérez Reverte escribe mejor que tú. Porque todo es subjetivo, todo se limita a opiniones personales, y me da igual si la de diez millones de personas coinciden, porque eso no le da más peso. Seguirán gustándome las películas que me gustan, los libros que me gustan y las canciones que me gustan. No me importará que otros digan que Million Dollar Baby es muy buena, pero no consentiré que tachen lo mío de malo, o de peor que otra cosa. Porque su opinión no vale más que la mía, ni la de uno ni la de seis mil millones de personas juntas.

Somos sujetos, somos subjetivos. Por definición.

Juliiiii dijo...

¡Esta es mi Sandra! O desaparece durante meses o escribe tres posts casi seguidos, jejeje. Vamos un poco a contrapié, apareces cuando yo estaba más desaparecido (exámenes y evaluaciones...).

Espero que tú hayas sido la elegida para viajar a Amsterdam y sobre todo espero que tus reflexiones sobre la moda y las necesidades impuestas por la publicidad al menos pasen el filtro por el que en tu cabeza lo ha hecho. Qué menos que cuestionarnos ciertas cosas. Pero me temo que las "next generations" con tener lo último en videojuegos e irse de botellón...

¡Un besote, vaguilla, y no pasa nada, que no tengo prisa y sigo esperándolo! ;-)