viernes, 29 de febrero de 2008

That's another reason I love New York. Just like that, it can go from bad to cute.

Uno puede pensar que en estado comatoso no es posible aprender nada; que con un cubata en mano los conocimientos son nulos; que los borrachos no dicen más que tonterías. Y en un 99’9% diría que es cierto. Pero siempre nos quedará ese 0’1%. He venido aquí (¿venido?) para comunicároslo.


Resulta que el sábado pasado un hombre me contó una estrategia buenísima. Todo el mundo se ha encontrado alguna vez en su vida (no muchas, sólo alguna vez) en la que sus esfínteres le han regalado un admirable excremento fétido, remarcando lo de fétido. Ante tal objeto, la primera acción que te viene en mente es ocultarlo, que nadie sepa cómo huele tu interior. Pero...¿¿cómo evitar que alguien entre en el escenario del crimen?? ¿Qué decir o qué hacer para que no te pillen? Es en este punto donde aparece el 0’1%:


Recordad, amigos, que ante una situación de peste global, un: “NO ENTRES, ES QUE HE FREGADO” nos puede salvar de un cambio cognitivo importante por parte del agente que desafortunadamente iba a entrar en la zona X.




jueves, 21 de febrero de 2008

Yeah. And dogs should stop licking themselves. It's not gonna happen.


¿Por qué en los dibujos manga los chinos-japos tienen los OJOS GRANDES? ¿Y por qué tienen las piernas de tal longitud? ¿Por qué se engañan de esta forma, cuando todos sabemos que no es así? ¿Qué tipo de autoconcepto tienen de ellos mismos? ¿Alguien más cree que deberían tener más espejos en casa? ¿Qué clase de aprendizaje hacen los niños españoles cuando ven que los chinos tienen los ojos grandes, luego visionan Humor Amarillo y se sienten frustrados y desorientados? ¿A quién creen: a Doraemon o a los humanos de las pruebas-ridículas-cojo-ropa-cutre-y-me-voy-a-la-tele-con-mi-hijo-y-familia? ¿Por qué juegan con nosotros de esta forma?


sábado, 9 de febrero de 2008

¿Qué ha pasado con las discos de antaño?


Llevo mucho tiempo encerrada en la biblioteca, aquel antro destinado para todo ente freak sediento de optimizar todo lo que no ha hecho durante el semestre, así que tengo mucho tiempo libre para pensar. Pensar chorradas, por supuesto.


Y hoy, a parte de reflexionar mañanalmente sobre la gracia que nos hace llevar una tela de ropa metida por un surco que une una nalga izquierda con una derecha (pensadlo: ¿qué quiere decir llevar un tanga metido por una raja? ¿Alguien se dio cuenta de que, como las bragas se metían por el culo, era mejor ahorrar tiempo, llevarlas ya arrugadas y crear el tanga? ¿En qué estaba pensando el creador de tal prenda? ¿Era antecedente de Tarzan?), le ha tocado el turno a LAS DISCOS.

Los viernes de un joven ya no son el estrés por tunearte a las tres del mediodía, con pollo entre los dientes. Aquella ilusión por ponerte esos pantalones que te marcaban hasta el intestino grueso y te hacían una radiografía de los huesos, o esos tops, a conjunto con la ralla de los ojos, que te marcaban los pezones (no había más, tampoco) (mentira: HABÍA LOS SUJETADORES DE RELLENO, que se aguantaban levitando) y la barriga plana (o gorda, pero es que antes no había tapujos. Debías seguir la norma de "quien vaya más embutida y enseñe más chulla, más tremenda estará").


Recuerdo que nos pasábamos horas delante del espejo peinándonos. Actualmente te haces un moño improvisado, sales así de fiesta y ya queda bien; muy vintage, muy viejuno. Antes no se llevaba tal cosa. El truco estaba en conseguir ponerte toda la gomina del super en la cabeza y fingir crear un pelo ondulado, la mar de natural. Naturalmente grasiento. Y no se te movía ni un pelo en meses. Era como llevar un casquete. Tengo amigas que me cuentan que cuando iban en moto no se ponían ni el casco. Aunque el repertorio de peluquería era algo más amplio: también podías plancharte el pelo con la plancha último modelo de tu amiga la guay, que te hacía el gran favor pero siempre te acababa quemando una oreja. Y qué jodidamente guapa estabas. Esa tarde te iba a pedir rollo media disco, por lo menos. Aunque tenías que ganártelo con tus movimientos encima del podium, claro.

Porque esa es otra. ¿Qué quiere decir la chorrada esta que hacemos ahora de balancear el cubata de un lado a otro y hacer un amago de mover los pies? ¡¡DÓNDE QUEDARON esos bailes encima del podium que acababas con dos tallas menos de pantalón, de tanto sudar!! ESAS LUCHAS por conseguir un puesto en el podium. Un podium de 10 centímetros compartido por 20 mil personas más. Pero daba igual: tú tenías que estar ahí dándolo todo, esperando a que el joven de 14 años con su bebida de zumo viniera danzando con movimientos retorcidos de brazos y te preguntara "¿quieres rollo?" y tú dijeras lo típico de "tengo novio". Que me pregunto yo, ¿no notabais algo, chicos, cuando, a la chica número 200, veíais que todas os habían dicho que tenían novio? ¿No chocaban un poco las estadísticas?


Y salías de la disco sudada. Los ojos negros porque se te había corrido hasta el rimmel, de tanto desfase. Y ahí estaba tu padre en la esquina esperándote (nada raro, tranquilos), escondido, porque tú eras malota y fingías ir sola. Incluso había días que hasta ibas en bus, super rebelde. ¡¡Y ahora quién no moriría por que su padre lo fuera a esperar a la salida de la discoteca y lo llevara hasta casa con la post-taja eh, quién!!

Ay, cuando era joven!, ay...