jueves, 29 de marzo de 2007

What happens when you lose everything? You start all over again

Hoy voy a contaros mi experiencia traumática de la depilación de partes bajas. Que lo digo así lo primero para que luego no asuste tanto. Ya me he quedado más tranquila.

Algún día del mes pasado me debí levantar yo con ideas lúcidas y se me ocurrió depilarme la flor. Si Freud se levantara me diría que mi inconsciente planeaba una noche loca de sexo desenfrenado; pero si Freud se levantara, creedme que le diría que se volviese a acostar porque actividad, y encima sexual, mi Parte (aprovecharé para ir poniendo la multitud de nombres graciosos – para la LOGSE: gracioso, de gracia, que me hace a mí- que puede llegar a adoptar esta parte del cuerpo) no iba a tener, si no fuera por la menos turbación.
La cuestión es que me felicité a mi misma por la fantástica idea que había tenido. Como si me hubiese parido, qué orgullo que sentía por ejercitar las neuronas de esa forma tan magistral. Y me fui tan feliz dirección Centro de Estética.

Vale, primera duda: dónde hay una cosa de esas, si es que existe. Creí recordar que antaño yo solía depilarme todo como dios manda en un sitio legal donde una mujer en bata te hablaba rollo terapia psicoanalítica mientras te iba dando tirones con un moco amarillo que quemaba. Pero hacía tanto de eso que dudaba de su continuidad en la tierra.
Cuando di con su paradero (consiste en dar vueltas arriba y abajo hasta que encuentras algo que, a tu entender, es el objetivo deseado), me asaltó la segunda duda: ¿y aquí no se tendrá que pedir hora? Vaya un desmorone cuando vi la cruda realidad: ya me veía yo volviendo a mi casa con el Chichi (ésta es buena) a lo bicho de la Familia Adams. Pero, armada de valor, entré; la disonancia ya vendría luego, me dije.

- Hola!
- (Vale, mierda, Sandra, joder, esto lo tendrías que haber planeado mejor: ¿y ahora qué le digo yo a ésta? ¿Cuál es su argot? ¿Hablan mi idioma? ¿“Hola vengo a depilarme el pubis” es correcto? No. Porque pueden no depilarme los labios. Vale, maticemos: “Hola vengo a hacerme las ingles”? Puede ser que no, porque mi cultura me dice que hay tipos de ingles –la caribeña, la brasileña…- y cuál de todas ellas es, vamos a ver. Joder qué chungooo, estoy sudando. Hiperactividad cerebral, tengo. Encima estoy tardando en contestar y la pobre ya me mira raro. Venga Sandra, di algo, ni que sea finge que estás afónica… No, no: hazte la tonta. Ya está, tú hazte la tonta y alarga las frases. Ánimo) Hola…
- Hola
- (Podemos saludar más veces pero ya no creo que sea necesario) ¿Se tiene que pedir hora? (¡¡Muy buena, Sandra!! Aquí despistando con temas secundarios)
- No, no hace falta. Puedes pasar ahora mismo
- (Mierda, ya la hemos liado. ¡¡No estaba preparada mentalmente para esto!! WAAHH socorro, no puedo hacerlo, ¡¡que alguien me saque de aquí!!) Ah… vale. Pues… (tranquila, no hiperventiles; es importante) venía a depilarme las ingles (¿Era necesario que le enseñaras donde tienes las inglés? ¿¿¿Era realmente necesaria esa indicación??? ¿Crees que ella no tiene?)
- Todo, ¿no?
- (Todo, todo... a ver si me vas a dejar como cuando tenía 3 años y te demando... que estoy yo muy puesta en el tema de leyes desde que veo Ally Mcbeal) Sí, sí, todo (Dios, sólo me falta decirle luego que es para el rodaje de una película erótica)
- Vale, espérate aquí un momentito y ahora te llamamos

En ese momento, y es feo, pero me vinieron pensamientos neuróticos: ¿y si estoy sucia? No, que te has lavado antes de venir. Sí, pero has andado cinco calles, se puede haber ensuciado, la muy traidora (me doy cuenta que a veces soy Gollum y tengo un trastorno bipolar). Total, que me voy al lavabo a corroborar información. Porque me sabría muy mal que la pobre mujer, a parte de depilarme eso feo y peludo a las 4 de la tarde, justo después de comer, encima estuviese sucio. Que no, que no.

El momento crítico fue cuando me aparece la típica rubia de centros de estética con sus piercings y sus pantalones ajustados y me comunica que ya puedo entrar.

- Vale, ya puedes pasar y te quitas la ropa.

Me dice esto y se va. Vamos a ver que me aclare… para qué tanta formalidad, por qué demonios me dejas aquí en mi intimidad para quitarme la ropa… ¡¡si me vas a ver el Chichi (repito palabra porque es mi favorita) dentro de dos minutos!! Era un tema que tampoco iba a ponerme a discutir. Así que con la músiquita de fondo me quité los pantalones y me quedé ahí de pie, esperando como una idiota. Y aquí pasa algo que me tortura de mi persona: de tantas pelis que he visto, siempre que me desnudo en un sitio público (como si lo hiciera cada día) me imagino que hay cámaras. Pero bueno, ése es otro tema.

Al cabo de una hora (que dices: no sé tú pero yo tanto rato para quitarme un pantalón no necesito), la chica aparece.

- ¿me tengo que quitar el tanga? (Si se tiene en cuenta que me va a depilar la concha, la pregunta puede parecer estúpida; pero mi gran cultura se asomó de nuevo y recordé que no es necesario que te quites las braguitas porque ya se montan ellas las peripecias varias para depilarte)
- No, no hace falta.

Entonces hace algo que me descoloca totalmente: coge un pañuelo de papel y me ata el tanga a modo tirachinas, o yo qué sé qué era aquello. En ese momento estuve tentada de pedirle el carné del gremio de los depiladores, pero opté por mirar al techo en busca de alguna cámara que explicara lo que estaba pasando.

Qué gran momento. Yo con las piernas puestas como una rana, la típica escena de película en la que las drogan para luego matarlas (se ha de ser psicótico, pudiendo experimentar con ratas), y la otra en la gran odisea. Qué penita me daba la pobre. Encima me tocaba. Paremos en este punto: a mi me da igual que me toque, como si me pone el dedo en el brazo. ¿Pero no le da repelús a ella tocar mi Cosita sin guantes ni nada? Además, con lo activa que es mi Flor, andar apartando telarañas no debe ser muy agradable…

Cuando acaba, la situación es tensa. Porque a mi me dan ganas de agradecer, que se ha de ser imbécil, después de lo que pagas. En fin, es lo que tiene levantarse lúcido y tener ganas de que te depilen las Partes (que no se por qué digo partes, si de partes sólo tengo una).







P.D: Quiero que quede muy claro que mi estado habitual no es una Flor Peluda; sólo quería probar la experiencia ridícula de que alguien me depilara (ahora que lo leo, parezco una enferma). Esto lo remarco por si tengo que hacer una película porno algún día, que conste en mi currículum.

sábado, 24 de marzo de 2007

Sapphire and faded jeans, I hope you get your dreams

Vengo de hacer el gran numerito artístico. Creo que hoy he hecho el peor baile de la historia de los patines, pero no importa; ya me buscaré alguna atribución por hacer. ¿Cómo cual? “uhmmmm, es que tenía mucho sueño…”

Qué manía la gente con que no había dormido. Eso que te miran con cara ácida –lo que viene siendo el Fary con un limón en la boca-, se inclinan un poco –para dramatizar, porque con patines, si me lo propongo, puedo ser hasta alta- y te dicen aquello de “¿¿qué te has ido de fiesta??”, léase con voz preocupada. “Pues no, no me he ido de fiesta. Fui a dormir a casa de una amiga y nos quedamos haciendo el imbécil –cuando digo imbécil hago referencia a un “estube imitando el baile de seducción de Bizcochito y la trupe Ally Mcbealera, en el lavabo” (para dar ambiente coged el ratón -> Emule -> Descargar “Barry White - My First, My Last, My Everything) (la pondría aquí pero tengo mis limitaciones) hasta las tantas, me tragué dos veces y media la peli de Beetle Juice, jugamos a deprimirnos con la realidad e incluso realizamos vídeos-parodias patéticas emulando al Sexto Sextido (“En ocasiones me tiro pedos”, dice “El niño del Sexto sentido”. “¿en serio?, dice Sandra. Cámara me enfoca la espalda, cámara cutremente se acerca, cámara me hace un primer plano y aparezco con una mascarilla de hospital: “pues… pues no lo había notado”) (Vale, aquí podéis hacer la risita incrédula –echar el aire por la nariz, como si se quisiera impactar un moco contra el teclado- del estilo “juas, me río de lo ridículo que es”. Sí, sí, comparto el sentimiento). Pero si tenemos en cuenta que he dormido en una cama de matrimonio con mi mejor amiga –queda muy de quinceañera esto de las mejores amigas, ¡¡fiends forever!!- hasta las 11 de la mañana… PUES SÍ, SÍ HE DORMIDO. PERO ME PARECE QUE ME ACABAS DE CREAR UN TRAUMA, so estúpido. Feo tú. Tú más.

¿Me estaré convirtiendo en un monstruo? ¿En qué superguerrero estará mutando mi cara? Sea lo que sea, me pido Son Goku.

Llevo un descontrol de horas de sueño importante. El miércoles fue muy descarado: pretendía irme de acampada. Os lo voy a contar porque no tiene desperdicio. Venga, id a por palomitas:

Miércoles día 21 (lo he tenido que mirar, confieso) de Marzo Sandra, después de un entrenamiento cualquiera de patinaje, fue dirección Universidad para reivindicar el alto coste de la vivienda. Cuando llegué, me encontré una multitud de tiendas de campaña. Qué maravilla, aquello parecía el camping del Delfín Verde, por lo menos. Me acerco en busca de mis amigas y me encuentro con 80 personas en el césped en pseudosilencio. ¡¡Ahhhh, qué miedo, nos quieren hacer adeptos a una secta; que alguien me saque de aquí antes que sea demasiado tardeeeee!! Gente hablando por turnos, diciendo cosas coherentes, manifestando sus ideas, respetando a los demás, intentando cambiar una parte de este mundo… pues cómo me iba a sentir, como una de las Gemelas de Sweet Valley acampando en el campus para luchar por algún ideal. Esto se lo voy a contar a mis nietos, me repetía.
Lo curioso es que después de la asamblea todas aquellas voces maduras se mezclaron con el liberador por excelencia de dopamina, que es el alcohol, y ya se desmadró todo. Hogueras, guitarras, tambores, gente bailando… y yo y mis pies congelados por el viento polar de Alaska.

A las dos hicimos una retirada digna a nuestra super tienda de Boy Scout con la pretensión de no morir por congelación. De hecho, en aquel momento casi casi me hicieron un torniquete en el pie a causa de mi cangrena y mi zero movilidad del dedo pequeño (hay que ver cómo dramatizo). Me envolví como un canelón en el saco, pero aquello era tan útil como yo intentando hacer bricolaje, ¡¡me entraba aire por todos los lados!! Muévete por aquí, hipnotízate hasta que nada te duela, cuenta ovejas… así hasta las 3 y media. Entonces me salió la vena de Boy Scout rebelde y empecé a despertar a todo el engendro presente en la tienda –la típica amiga tocapelotas-. “oyeeeeeeee, que esto de dormir al lado de un aspersor y tener un pseudoventilador enchufado al lado, me supera. Yo… yo me voy a mi casa, que tengo una cama calentita y un cojín de última generación. ¿Alguien se viene?”. Y sí, a las 4 de la mañana estaba con una amiga en mi cama, lejos de la acampada manifestante. No cabe decir que mi madre se burló de mí por verme aparecer a las 4 de la mañana. Qué frustración cuando regresamos a las 8 y la tienda ya estaba recogida. Con la ilusión que tenía yo de quitar los clavos.

ZzzzzzzzZZzz. A vér con quién, cómo y cuándo dormiré yo hoy.






Enigma del tatuaje: Valldaura = colegio donde doy clases de patinaje. GELS = (buen intento, Laura. Te mandaremos la entrada para el estreno de la película del Shin-Chan a tu casa, junto una caja de cereales de regalo) CHICAS. Es un gran impacto ocular, lo sé. La pobre niña se dejó la R y para arreglarlo hizo el apaño presente con el comentario siguiente: “nada, yo lo pongo así con la fonética, pronunziàtion, y ya se entiende, oye”. Sí, sí, tú haz… si total, el hombro es mío. Una horterada más, una horterada menos… pues ya no me viene de aquí.



Reto del día: Hacer reir a alguien hasta que llore. Ayer lo conseguí y os prometo que es muy placentero.

lunes, 19 de marzo de 2007

Stop What You're Doing and Love Me Now

Estoy vaga. Veía normal lo de hacer levantar hasta mi perra para ir a abrir la puerta; o lo de dejar correr a los otros para coger el teléfono. Pero lo de dormir un domingo entero ya sobrepasa la curva de la normalidad.
Pobre hermano, el mío: ayer quisimos recrear un cine particular, o lo que viene siendo cerrar las persianas y tumbarse en algo cómodo (hay que ver la manía que tenemos todos de ver cines donde no los hay). Vale que la película era un tanto tirando a un mucho patética, vale. ¿Pero y la alegría de ver una película junto a alguien, qué? Total que ahí estábamos los dos, mirando Shin-Chan (ohhh jodeeeer mieeeerdaaaaa –¡¡censuren censuren!!-, ¡¡me había prometido a mí misma que no lo admitiría en voz alta!!) cuando, así como quien no quiere la cosa, yo me incliné hacia atrás y… ERROR. ERROR. Vamos a ver, para qué demonios me tiraría para atrás, me taparía con una manta, y me pondría un cojín. ¿¿Por qué me miento a mi misma?? Que no tonta, que no te duermes… No, si, ya, claro. Por eso me levanté al cabo de una hora, justita justita para ver quien había hecho ese bodrio, digo, película. Mientras me incorporaba, iba pensando en la gran excusa para mi hermano “no estaba dormida, sólo me lo hacía”, “tenía los ojos cerrados porque me pican, pero estaba escuchando”, o la parte más rastrera que era comentar el principio, que sí había visto, e huir con los brazos en alto y las patas alocadas, hacia mi habitación.
PERO NO. NO. Justo cuando iba a interactuar con él, me doy cuenta que en la habitación sólo estamos Shin-Chan, la Play y yo. Y el cine, si me apuras. Pues vaya par de hermanos. A ver si va a tener que venir la asistenta para analizar la comida que prepara mi madre. No quisiera yo tener las hipocretinas alteradas…

Dejando el tema sueño de lado (por aquello que cuando hablas de X al final acabas teniendo los síntomas –sin ir más lejos, el jueves pasado vi un vídeo de la narcolepsia y luego ya me flipaba que me iba a dormir estando de pie -¿seré algo hipocondríaca?-), y pasando por alto que estoy vaga, tengo mucha faena, de la cual no hago (casi) nada. Ohhhh, me estreso, me estreso pero no le pongo remedio. Aquí vuelve mi teoría del Gusto a Quejarse.

¿Qué tengo que hacer? Pues, básicamente, patinar. No hago más que ver ruedas. Ruedas y frases de la Ally McBeal (mis dos últimos, por lo visto, vicios). Y, para que veáis cómo de resentido se ve mi cuerpo, os adjunto una foto de mi hombro. Le he puesto una especie de pasamontañas a la de delante, rollo Documental de la Uno, por aquello de mantener el anonimato, que no tengo ganas de que me demande una alumna (además que siempre he querido hacer esto). Si alguien adivina el significado del tattoo, conseguirá una invitación para el próximo estreno de Shin-Chan (inciso: mi padre le acaba de preguntar a MI PERRA: "¿por qué me miras así? ai, ai, ai..." No he querido seguir escuchando). Pongo una alta recompensa porque sé que es difícil llegar a entender el por qué de la frase, así como la admiración del nivel de inglés del First (por lo menos). Pero lo conseguiréis.

Vaga, narcoléptica y tenemos que sumarle a la enumeración: tonta. Sí, sí; tonta de remate. Andaba yo el miércoles pasado hacia Barcelona, cuando me detuve a poner gasolina. Coge el monedero, vete a pagar, coge la supermanguera… tanta tecnología y luego para poner gasolina hay que ver la que liamos. Con lo fácil que sería con un botoncito, o una recarga solar, o yo qué sé. No; tienes que hacer el gran ritual de abrir la tapa, insertar la manguerita y esperar que se llene el surtidor antes de que se te cangrenen las manos. Pues normal que necesite las dos manos. Y eso hice, dejé el monedero encima del coche, para poder sujetar mejor a la bestia. Luego, tan ricamente, me senté de nuevo, puse la radio, y le di al acelerador… Dónde estará ahora el monedero es algo que me gustaría a mí saber.

Tonta. Que ahora me he quedado sin carnés (no gusta como suena la palabra, dime rara) de toda clase. Incluso sin dinero, pero es que eso me da igual. ¡¡¡A ver quién recupera mi carné del Club Super3!!! Si es que la gente tiene mala fe… una foto como ésa ya no se consigue jamás; como tampoco nunca voy a volver a ser una albóndiga chupacámaras, con coleta estira frentes incluida (mama, por qué me dejabas ir así al cole). Espero que el ladrón de monederos tenga trauma después de verme en el plástico azul. Anda y que le coja una diarrea, también.

Hoy voy a poner gasolina. Y me da igual que tenga que usar mis dos manos, porque eso ya no se va a repetir jamás; si hace falta hago volar toda la ciudad, ¡¡pero yo sin carnés no me vuelvo a quedar!!


Felicidades a todos los papás.
Si tenéis la suerte de tener un engendro como yo, al final del día os encontraréis : 1) Un móvil de última tecnología con cámara incluida; 2) Una conversación con mi nuevo amigo; 3) Una sonrisa de un hijo no tiene precio (y ése pobre hijo tampoco tiene dinero).




1) 2) 3)


sábado, 3 de marzo de 2007

Una caja de Plastidecors, por favor.

Es curioso como deseamos las vidas ajenas. A veces, me centro tanto en ellas que incluso me pierdo la mía. Aunque éste no es el punto más curioso de todos. El iceberg escondido bajo las aguas no es más que mi pseudasupuesta perfección, para algunos.

Soy increíblemente multiusos, me podrían vender en un teletienda a las 3 de la madrugada, soy lista, encantadora, original, tengo vehículo propio, curso una carrera y mi expediente no va nada mal, no hago daño a la vista e incluso me han confesado sueños húmedos con mi persona de protagonista, más una lista interminable de etcs. En una palabra: perfecta. Perfecta como amiga, perfecta como compañera, perfecta (no tanto) como amante… pero nunca, nunca me han definido como un TODO.

Por qué te dirán bobadas si luego, en el fondo, sabes que va a pasar lo de siempre: tú te sentirás desdichada por creer en los cuentos de Disney. Los sábados los pasarás sola en tu cama, que, para más inri, es de matrimonio y tu cuerpo no consigue ocupar ni la tercera parte, hecho que evidencia –aún más- tu soledad. Pese a todo, disfrutarás de esa soledad. Tacharás la palabra relación de tu diccionario. Volverás a no creer en los hombres en una temporada. Los usarás. Te usarán. Y acabarás comiendo chocolate, dando paso a un michelín y un grano de pus de regalo. Es matemática pura; ha llegado un punto en que puedo despejar la X con los ojos cerrados.

No soy un carajo, de perfecta. Ni siquiera me acerco a ella. Cuando me despierto, tengo legañas en los ojos, los pelos revueltos y la cara leprosa gracias a la crema antiacné que me pongo –porque sí, tengo granos-. También voy al lavabo y de vez en cuando eructo y lo anticipo para no asustar. De hecho, es lo imperfecto lo que me hace más perfecta, así que no me vengan con tonterías.

Te dicen que eres la mejor, pero nunca te eligen. Siempre eres el pepinillo de la hamburguesa dentro del alimento que han comprado. En apariencia, te han comprado. Te desenvuelven, te tocan y, seguidamente, te apartan. Ahí entran en juego las emociones. ¡Te habían comprado! Estabas a punto de conseguirlo; ibas a formar parte de él, te iba a comer. En lugar de eso, te ha apartado. Tan perfecta que eras. Eras el pepinillo perfecto. Aún así, nunca te había confesado que a él el pepinillo no le gustaba. ¿Y qué pasa con el pepinillo? Pasa que éste último no lo había elegido a Él; en lugar de eso, Él dijo BigMac en lugar de Nuggets. Y ahora el vegetal tiene crisis existencial porque a Él le gustaba más el pollo que la hamburguesa porque los pepinillos, aunque reconocía eran perfectos, no eran de su agrado. Y aquí encontramos uno de los grandes problemas de lo que llamamos amor: quizá elegimos cuando no estamos en condiciones de amar. Tal vez no era el pepinillo lo que importaba, sino que en ese momento no era eso lo que el organismo le pedía. Por eso, el pepinillo no tiene por qué decepcionarse: no todo el mundo lo odia. Sólo tiene que esperar a ese alguien que aprecie la (im)perfección de su forma y la naturaleza de su sabor.











Con todo, hoy día de fin de semana me encuentro sola en mi inmensa cama. No hay chico. No hay posibilidad de protagonizar ninguna vida ajena. No hay chocolate. Sin embargo, sigo creyendo en la magia de la química, en el juego de miradas, en la fuerza de una caricia. Y no. No me importa un pimiento proclamar todo esto a los 4 vientos. Ni mostrarme vulnerable. Porque, a veces, me gusta enseñar mi cara fea, la que tiene miedo, la que no busca una sonrisa en el otro para conseguir aceptación, la que no proyecta los pómulos hacia el techo dibujando una curva en los labios pero que, en el fondo, sigue pensando en algo positivo.

Nunca perderé las ganas de jugar con plastelina ni viajar a mundos lejanos a bordo de la imaginación. Porque los años pasan pero en mi cama siempre habrá, qué más da si sola o acompañada, una niña de 7 años que juega a imaginar lo que no es y sabe que, quizá, nunca jamás será.