sábado, 3 de marzo de 2007

Una caja de Plastidecors, por favor.

Es curioso como deseamos las vidas ajenas. A veces, me centro tanto en ellas que incluso me pierdo la mía. Aunque éste no es el punto más curioso de todos. El iceberg escondido bajo las aguas no es más que mi pseudasupuesta perfección, para algunos.

Soy increíblemente multiusos, me podrían vender en un teletienda a las 3 de la madrugada, soy lista, encantadora, original, tengo vehículo propio, curso una carrera y mi expediente no va nada mal, no hago daño a la vista e incluso me han confesado sueños húmedos con mi persona de protagonista, más una lista interminable de etcs. En una palabra: perfecta. Perfecta como amiga, perfecta como compañera, perfecta (no tanto) como amante… pero nunca, nunca me han definido como un TODO.

Por qué te dirán bobadas si luego, en el fondo, sabes que va a pasar lo de siempre: tú te sentirás desdichada por creer en los cuentos de Disney. Los sábados los pasarás sola en tu cama, que, para más inri, es de matrimonio y tu cuerpo no consigue ocupar ni la tercera parte, hecho que evidencia –aún más- tu soledad. Pese a todo, disfrutarás de esa soledad. Tacharás la palabra relación de tu diccionario. Volverás a no creer en los hombres en una temporada. Los usarás. Te usarán. Y acabarás comiendo chocolate, dando paso a un michelín y un grano de pus de regalo. Es matemática pura; ha llegado un punto en que puedo despejar la X con los ojos cerrados.

No soy un carajo, de perfecta. Ni siquiera me acerco a ella. Cuando me despierto, tengo legañas en los ojos, los pelos revueltos y la cara leprosa gracias a la crema antiacné que me pongo –porque sí, tengo granos-. También voy al lavabo y de vez en cuando eructo y lo anticipo para no asustar. De hecho, es lo imperfecto lo que me hace más perfecta, así que no me vengan con tonterías.

Te dicen que eres la mejor, pero nunca te eligen. Siempre eres el pepinillo de la hamburguesa dentro del alimento que han comprado. En apariencia, te han comprado. Te desenvuelven, te tocan y, seguidamente, te apartan. Ahí entran en juego las emociones. ¡Te habían comprado! Estabas a punto de conseguirlo; ibas a formar parte de él, te iba a comer. En lugar de eso, te ha apartado. Tan perfecta que eras. Eras el pepinillo perfecto. Aún así, nunca te había confesado que a él el pepinillo no le gustaba. ¿Y qué pasa con el pepinillo? Pasa que éste último no lo había elegido a Él; en lugar de eso, Él dijo BigMac en lugar de Nuggets. Y ahora el vegetal tiene crisis existencial porque a Él le gustaba más el pollo que la hamburguesa porque los pepinillos, aunque reconocía eran perfectos, no eran de su agrado. Y aquí encontramos uno de los grandes problemas de lo que llamamos amor: quizá elegimos cuando no estamos en condiciones de amar. Tal vez no era el pepinillo lo que importaba, sino que en ese momento no era eso lo que el organismo le pedía. Por eso, el pepinillo no tiene por qué decepcionarse: no todo el mundo lo odia. Sólo tiene que esperar a ese alguien que aprecie la (im)perfección de su forma y la naturaleza de su sabor.











Con todo, hoy día de fin de semana me encuentro sola en mi inmensa cama. No hay chico. No hay posibilidad de protagonizar ninguna vida ajena. No hay chocolate. Sin embargo, sigo creyendo en la magia de la química, en el juego de miradas, en la fuerza de una caricia. Y no. No me importa un pimiento proclamar todo esto a los 4 vientos. Ni mostrarme vulnerable. Porque, a veces, me gusta enseñar mi cara fea, la que tiene miedo, la que no busca una sonrisa en el otro para conseguir aceptación, la que no proyecta los pómulos hacia el techo dibujando una curva en los labios pero que, en el fondo, sigue pensando en algo positivo.

Nunca perderé las ganas de jugar con plastelina ni viajar a mundos lejanos a bordo de la imaginación. Porque los años pasan pero en mi cama siempre habrá, qué más da si sola o acompañada, una niña de 7 años que juega a imaginar lo que no es y sabe que, quizá, nunca jamás será.

8 comentarios:

__ALeJannA__ dijo...

:O!

Anónimo dijo...

Vaya, cuanto tiempo. Quien iba a decir k sabria de ti dspues de desaparecer sin decir palabra. Ah si, que te marchabas de bcn creo q m dijistes.. Espero q la uni te siga yendo bien. Deberias saber quien soy, y sino.. que mas da?
Ya te has hecho el tatoo aquel k t ibas a hacer ahí? y tu hermano peque te sigue chinchando no? Bueno, ya sabes donde encontrarme.
Un saludo sauri ;)

Broja dijo...

A mí me encanta el pepinillo de las hamburguesas, siempre me como el mío y el de todos mis amigos... Claro que también me como la plastilina...

Y me despierto con la tienda de campaña montada!

Besos bajo llave

Anónimo dijo...

Con tanta variedad de menús, el cliente ya no sabe lo que quiere, pero aún así se las apaña para salir ganando a costa de los pepinillos, apartados a un lado, de mala manera, sobre la caja de la hamburguesa, o, lo que es peor, sobre las bolsitas de ketchup ya usadas y espachurradas.
Yo me siento pepinillo y me solidarizo; y me gustaría elevar una queja formal al Sindicato de Encurtidos!
No es justo; nadie aparta a las guindillas, porque todos sabemos que juegan con ventaja: van de picantonas por la vida, y aunque el cliente sabe que le harán soltar alguna lagrimilla, y que posiblemente le acarreen otros efectos no deseados, se arriesga y se las come de todas formas. Una y otra vez, no falla. Sin embargo ese pobre pepinillo, diligentemente dispuesto en finas lonchitas alargadas, se enfrenta a una temible incertidumbre con cada cliente que pide un Big Mac casi sin pensar, impulsivamente, y acuciado por las prisas de la gente que hace cola.
¡Saludos!

Anónimo dijo...

Sandrita, te hablo en serio, casi me haces llorar!! Con lo sensible que estoy.. aix. Y cuánta razón tienes. "Elegimos cuando no estamos en condiciones de amar" Muy buena y muy cierta la frase.

Pues nada, me siento identificada contigo.. qué se le va a hacer..

Un beso guapa!

Anónimo dijo...

Menudo tinglado me has montado en mi blog, jajaja, pero eres tú y te perdono.

Sobre este tema te he comentado mil cosas, pero mira, me falta una, jajaja. Y es que este post adopta una perspectiva que no me gusta nada de (espera, paréntesis, el post me encanta y está muy bien escrito, ¿eh?) de que la cosa está en ti, la culpa es tuya, y tú eres el pepinillo.

¡Y UNA LECHEEEEE! Qué manía tenemos con pensar que algo hacemos mal cuando las cosas no salen como hubiésemos querido.

La culpa, si es que se puede hablar de culpas, no es del pepinillo, qué leches, ¡si tú ni siquiera eres el pepinillo! Eres todos y cada uno de los ingredientes de esa hamburguesa, y como esto no es el McDonals, pues lo sentimos, pero no vamos a apartar ninguno. Si quieres un MacMenú Sandra, te lo comes con todo lo que viene por defecto, te guste o no te guste, que en eso se basa cualquier tipo de relación: en que a lo mejor no te gusta el tomate, pero te lo comes igualmente. (Cómo hubiera sonado esta frase con otro ingrediente como el mencionado pepino, jajaja, pero no quería ser redundante)

No se trata de que venga alguien a quien le guste el pepinillo, Sandra, y volviendo al tema, jajaja. Se trata de ser consciente de que tú eres tú con todos tus ingredientes, y si te quieren comer... ¡que no se dejen ni las migas!

Muaaa

Anónimo dijo...

ahora mismo me debato entre ponerme a llorar o bajarme al burger king y pedir todo lo q tenga pepinillos para q asi te sientas un poco mejor...q te parece? no se me da bien lo de llorar...asiq ahi voy pepinillos... :p

trankila, llegara el dia en q encuentres tu medio pepinillo...quiero decir...tu medio chico...no ejem...eeeh bueno, me pedire todo lo q tenga mayonesa tb aunq no me guste...

Anónimo dijo...

Ay, ay ay ay ay.... cada vez que te leo te quiero más.

Afortunadamente no somos perfectos (¿te imaginas el asco que daríamos?) y yo no busco personas perfectas. Solo personas que utilicen el cerebro, con eso me basta (y aún así me siguen diciendo que soy exigente).

Cierto es que cada uno tiene sus virtudes, cada uno esconde a alguien en su interior. Pero más cierto aún es que no todo el mundo lo sabe ver, no todos aprecian lo que tienen y no todos se preocupan por entender, por mirar más allá y por sentir a esa persona tal cual es.

Sin embargo, te acompaño en tu sueño sobre que algún día las cosas serán distintas. Yo no pienso renunciar a él, a no sentirme tan solo en esa cama de matrimonio de la que hablas. Pero lo que tengo muy claro es que la necesidad no va a propiciar que me conforme con alguien que, directamente, ni siquiera se preocupa por ver mi (im)perfección. Hay algo mucho peor que sentirte solo en esa cama de matrimonio: sentirte solo en la misma cama pero con alguien a tu lado, rellenando el espacio meramente.

Un beso y grandioso post.