sábado, 3 de noviembre de 2007

Y respirar la almohada de nubes

Me cojo las piernas y las apreto contra mi pecho. Pienso que el tiempo ha pasado tan rápido que mi carnet de identidad marca los 30. Pero observo las manos y todavía están suaves y tersas como las de una niña. Entonces miro por la ventana. Apreto la nariz contra el cristal y pronto se hace una marca en él. Puedo ver una madre que cuida a su recién nacido. Entonces imagino cómo sería ahogar mi cara en una almohada de nubes blancas.

Suena el teléfono, pero no voy a levantarme. Tal vez una llamada importante. Y es un susurro. Algo que haces callar. Intentas que nadie lo escuche, pero en realidad piensas que es una mentecatez. Porque no hay nadie allí. Decido salir a la calle, pero no abro la puerta para salir.

¿Te imaginas poder correr por un campo lleno de flores? Y se me escapa el aire entre los dientes. Intento guardar un poco para más tarde. Porque sabes que igual luego no te quedará. Y nadie quiere regalar de eso.

Y ahí vuelves tú. Con aquella sonrisa a nuevo. Pero no te puedo abrazar; porque no tengo aire para eso. Quizá es por el papel; o por las ansias de tener. Y no logro entender que igual tener no es poseer, sino formar parte. Poder tocarte la nariz y que tuerzas una mueca; mirarte y sentirme inocente, perder la noción del tiempo. Tener.

Chillar no serviría de nada, porque las ondas rebotarían por la habitación y explotarían en mi cuerpo agazapado. Me retorcería de dolor y te buscaría en mi cabeza. Mejor lanzar la mirada al arcén. La madre sigue cuidando a su hijo. Qué bonito sería con papel, me digo.

Déjame aquí, que la pared me arde. Yo sólo quiero mirar a la madre. Y correr por el campo. Y respirar la almohada de nubes. Y si te quedas un rato más, creo que voy a llorar.

1 comentario:

16_5 dijo...

Dos entradas un mismo día, dice mucho de mi aburrimiento...



:)