miércoles, 27 de diciembre de 2006

Navidá, navidá; ven acá corriendó!

Vaya vacaciones. Bueno, vacaciones vacaciones, no, eh. Porque Navidad es más bien voluntario que otra cosa. Yo lo tengo así impuesto. Tendría que estar estudiando pero yo soy voluntaria y colaboro con las vacaciones. Si es que no se puede ser más bueno.

Pero es que no veo yo el espíritu. Antaño recuerdo yo que adornábamos la casa y colgábamos cosas de todo lo posiblemente colgable. El año pasado pusimos cintas de esas con pelos que parecen papel alval por todo el comedor. La idea fue mía, tampoco critiquéis mucho. Si es que me das cosas de navidad y me transformo. Pero este año, por haber, no hay ni belén. Bueno, a ver, de forma estricta no lo hay; pero mi hermano el pobre compró un caganer. Y ahí está, escondido por el mueble.
Lo que si que hay es polvorones. Por todos los lados. Ya puedes ir al lavabo que también encontrarás una bolsita de papel celofán con sorpresa calórica dentro. Y turrones. Pero es que por haber, no hay ni ganas de comerlos. Algo raro está pasando. AI, AI, AI, qué está pasando.

Y lo de las comidas familiares es otro asunto. Porque este año ni vídeo ni cámara ni nada. Mi abuelo hace el esfuerzo de comprar una de usar y tirar. Pero con lo que los visito, ya me puedo esperar a las Navidades siguientes para ver el careto. Y ver una foto al cabo de mucho tiempo es como que te den un regalo de cumpleaños una semana después, que no hace gracia. Todo sea por ver a mi abuelo feliz dándole a la ruedecilla para luego pedirle que te deje ver cómo habéis salido. Luego pone cara como que no entiende nada, y tú te ríes inocente. Lo que yo diga, lo de cada año.

Llevo desde la comida de Navidad comiendo lechuga sin parar. Creo que he vuelto a cogerla como adicción. Me voy a volver caracola o me desintegraré a modo de heces. O quizás acabaré haciendo la fotosíntesis. Menuda una aventura; al final me usarán de árbol y me colgarán bolitas. No; suerte que este año no hay el espíritu.

Aunque yo sé que la gente lo vive. Hasta Internet lo vive. Que me pega cada susto que un día tendrá que venir la ambulancia a hacerme una visita. Que ya podría tener algún médico vecino, en lugar de estúpidos que me critican por poner la música alta. Anda y que te traigan unos tapones los reyes, so aguafiestas. Lo que decía de Internet, que ya me disperso. No tenía suficiente con los pops ups de la Paulina Rubio, que ahora me tienen que salir ventanitas con villancicos unos decibelios más altos de los permitidos, además. Yo es que creo que sueño con ventanitas musicales. Al final voy a crear moda y sacaré un nuevo tipo de esquizofrenia, los que ven y oyen ventanitas musicales. Es que encima aparecen así, sin avisar. No hay derecho.

Lo que sí tiene de bueno la Navidad es que me puedo quejar cuanto más. Me encanta a mí quejarme. No me quiero ver yo de mayor en la plaza del pueblo. Quien dice pueblo dice ciudad, que no sé qué es peor. Me iré a mirar las obras de la Sagrada Familia y criticaré. Ah, sí. Porque todavía estará en obras.
O mirar películas. Porque me conviene. Mi cultura peliculera es tan nefasta como mi cultura política. Bueno, mentira; menos. Porque de política me sé menos uno. Vaya un problema no saber de cine. Que luego miro películas y me asusto. Ayer vi Réquiem por un sueño y doblada que estaba yo en la cama. Tanto metesaca de agujas, tanto chasqueo de dientes, tanta nevera que se mueve sola (plagio a polstergeit versión nevera), tanto folleteo no deseado… qué me sulfura, me sulfura!! Y tengo otro problema, que luego me creo que estoy en la película. Y ya me tenéis dos horas ajetreada porque creo que la nevera me persigue. Por lo menos algo he aprendido: nada de vestidos rojos, nada de pastillas de colores, nada de dilatar los ojos y nada de ser puta. Pero nada, eh. Lo que da de sí una peli.

También me gusta hacer una cosa muy ridícula. Cuando voy por la calle y paso por las mil nanoparaditas donde los hermanos compran caganers inútiles, me agarro al abrigo y me lo aprieto (dios, qué construcción) contra el pecho. Luego pongo la cara esa de pan del Messenger y, seguro, me pongo medio bizca. Entonces todo se para hasta que alguien choca contigo. Pero como es Navidad, nadie está borde. Bueno, nadie nadie…
Esto de hacer cosas raras lo llevo bien. No lo escondo. Mis padres me aceptan. Hasta aceptaron mi pseudovegetarianismo en la comida de Navidad; qué sorpresa me dieron con eso. O eso, o hacen como que me aceptan. Y a mí ya me está bien. Mientras no me cierren en la habitación y me pasen la comida por una rendija, yo tan contenta. Bueno, y si lo hacen, por lo menos que no me quiten el Messenger.

Vaya unos vicios más raros que tengo. En fin, feliz año nuevo a todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioosaaaa. Ahora no tengo tiempo (no preguntes qué tengo que hacer que tu imagen de mí cambiará radicalmente) pero quería dejarte un pequeño comentario para decirte que tu vuelta es una buena noticia ;-) Así que ahora que te tengo aquí otra vez, y no te me escapas, le agradezco a Papá Noel que te haya traído como regalo :-) Yupiiiiii.

Un besito y hasta prontooo (tú no sabes lo que es estudiar, tener dos trabajos, ir al gimnasio y no querer quedarte sin vida social, jaja. O a lo mejor sí que lo sabes :p)

Juliiiii dijo...

Llego a casa y ¿qué me encuentro? Tu vuelta. Así que ya sabes. Sandra asociada al turrón. Vuelve a casa por Navidad. No he podido entrar hasta hoy y me ha alegrado mucho ver tu comentario.

Un besazo y Felices Fiestas.

(Ah, no hacía batuka, vigilaba para que no boicotearan la batuka...)