jueves, 18 de octubre de 2007

Amor de carrocería

Hoy mi coche y yo hacemos un año.



Y como está el mundo, eh. Que ahora hasta se celebran las relaciones con los automóviles. ¿Qué será lo siguiente? Yo es que ya no quiero ni imaginar; la gente me superó en el momento en el que se guardó los vasos de la nocilla y los conservó como vajilla preciada. Pues viendo eso sólo me queda pensar que hoy me voy a ir de celebración con mi coche a un restaurante y me darán de beber en un vaso de la nocilla. Y qué mal estar se me queda en el cuerpo.

Pero es que hace ilusión. Por un momento es como si te pasara toda tu año por delante, con música de fondo y una luz al final del túnel cuando se acaban de proyectar todas las imágenes. Y ahí me veía yo en mi primer día, estampada contra dos palos y rebotando entre ellos. Fue un momento duro para los dos. La vergüenza (como la que pasó el modelo de la foto presente) de ir todo el día con un coche abollado por culpa de tener un accidente a 0 por hora y en un espacio de 2 metros cuadrados no es fácil de llevar. Tú te pones la radio para no escuchar las risas de la gente; pero eres consciente de la situación en todo momento. Igual los dedos apuntándote, las lágrimas en los ojos y las bocas desencajadas te dan alguna pista.



Y es que le he cogido aprecio. Cuando entro en él (en realidad es hembra y se llama Pokeball; básicamente porque es igual. Tú te miras un ford ka y el cromo de la pokeball de tu hermano pequeño y es que no hay diferencia) me siento como cuando te tapas con la sábana en momentos de pánico; la misma situación que cuando alguien grita "¿hay alguien ahí?" y estás esperando que el asesino te conteste. Carne de monólogo. Mi caso es que cuando me siento en el coche me creo que nadie me ve ni me oye. Y es un problema. Porque algún día saldré en algún programa de la tele y me pillarán escuchando las Spice, o incluso algo peor. ¡¡Y con coreografía!! Raro es que no haya tenido ningún accidente (según la DGT, chocar aparcando no es ningún accidente).

Supongo que este día emociona porque puedes quitarte la L y conducir a 120. Pero eso es lo que se supone. Todos sabemos que a los 4 meses estás hasta el claxon del letrero de novato y buenamente te lo quitas. Pero te lo quitas con estrategia, porque sabes que si te encuentras un control tendrás la excusa preparada de: "oala que mala suerte se me ha caido" (dicho actuando, y con prácticas previas ensayadas delante del espejo). Y es creible, porque como puedes esperar que algo que pesa más que una loncha de queso va a aguantar durante un año si está sujetada con dos babosas...¡¡ pegadas con SALIVA TUYA !!

Mira que es majo mi coche, por eso. Yo ni lo lavo, ni le miro la presión de las ruedas, ni le pongo aceite ni nada de nada, y él aguantando el tipo. Se nota que es carne de Pokeball. Venga a tirarle mierda, venga a tirarle mierda, y él "se hace con toda". Eso sí, el día que me deje tirada en la carretera, me tenga que poner el chalequillo pintado con subrayador y colocar el triángulo a una distancia a ojillo nuestra relación va a cambiar. Y él lo sabe. Y muy bien que lo sabe.







Felicidades (¿?).

miércoles, 10 de octubre de 2007

Pasada por agua

Uno, dos. Step touch. Lunge. Grape vine. Mambo. WWAHHHH.

Esto último no era un paso de aerobic step sino que era la monitora chillando como una posesa debido al apagón de música, luces y rectos (que viene de culo, por el susto más que nada). Al cabo de dos nano segundos todo vuelve a la normalidad, nos da tiempo a terminar la clase e ir dirección recepción.
Para mi sorpresa, al bajar las escaleras me encuentro una conglomeración de gente (tipo punto de quedada Zurich de Plaza Cataluña, que todo el mundo se emperra en quedar ahí y luego no hay quien se encuentre). Que uno ya se supone que si ha habido un apagón es porque no llueve al estilo "cuatro gotas" sino más bien a ducha portátil, pero no dejas de sorprenderte.

No sé muy bien por qué, mi mente ha procesado no muy efectivamente y se ha tomado la lluvia como un reto: "voy a conducir. Sí, sí, voy a conducir (importante repetirlo varias veces para acabar de concienciarme)". No negaré que tenía un muñeco con alas y túnica griega que me decía "eso sólo se consigue en algunas atracciones de Port Aventura; no lo hagas". Pero no he escuchado. He atravesado el tumulto de gente cual estrella de rock triunfante y me he situado debajo del agua con ritmo de Beyonce en Crazy in Love (sólo me faltaba menear las caderas, rotar el cuerpo, subir la cintura casi al nivel de las orejas y sonreir al público).
Lógicamente cuando nadie me ha visto he empezado a correr como una loca, chillando "I'm running in the rain" (una versión muy plagiada, pero personalizada), metiendo los pies en todos los charcos que había y descojonándome por la situación vivida. Alternativamente a los chillidos iba pensando "qué bien, ya no hará falta que me duche en casa. Lástima que no me haya traido el champú".

Al llegar al coche, me animo todavía más. Decido arrancar. Dos metros y el coche se convierte en una auténtica sauna. Que si hubiese sido Mac Guiver me habría inventado algún artilugio para absorber el vapor, pero da la casualidad de que no lo soy. Soy Mac imbécil (y si me apañas con dos lechuguitas me pueden vender en el Mcdonalds también). Total, que he tenido que parar para apretar todos los botones del coche para ver si con un poco de suerte daba con el correcto y los cristales me permitían tener más visibilidad. No voy a negar que ese ha sido un momento de rajamienta (que significa "acción de contraer los músculos, evitar la acción iniciada y excusarse para disminuir la disonancia creada") máxima en la que me habría quedado en el coche llorando escondida en el maletero. Pero he vuelto a darle al embrague y he soltado un "que sea lo que dios quiera, así luego puedo contarlo en el blog y mis nietos se podrán reir de su abuela".

Pongo la radio. Pero como en ese momento no quería tener la atención dividida, decido que es mejor ir con música de monasterio medieval o chillout, si me apuras. "Si ver como el agua adopta forma de piedra compuesta por dos átomos de hidrogeno y uno de oxigeno y estampa contra tu débil carrocería es muy relajante. Incluso debo tener cuidado, porque igual me podría quedar dormida del gusto". Y al cabo de dos minutos de ir repitiendo la frase de la música de relajación, tenso todos los músculos de la cara y chillo como una histérica. Porque ir en Tutuky splash hace gracia cuando estás en el parque de atracciones con todos tus amigos, y tienes una barra protectora delante. NO cuando vas en tu nano coche, tienes un año de conducción y eres Mac imbécil por querer ir de machota.

Por ver, no se ve una mierda. Bueno, algo sí que veía: ÁRBOLES. Y relámpagos. Y yo me decía, cual neurótica haría, "este es mi fin. Ahora, como nos dijeron en el cole, el rayo irá a la madera y tendré la mala suerte de que el tronco interceptará con mi trayectoria y moriré aplastada. Soy muy joven para morir todavía. ¡¡Que Doraemon me ayude!!". Entonces es cuando decides llamar a alguien, que es mi recurso más utilizado cuando estoy cagada de miedo. Y pienso en mi padre, porque el teléfono de Alonso justamente no lo tenía en ese momento. ¡¡Pero no hay cobertura!! Y decido cambiar la técnica de relajación.

Vuelvo con la radio. Doy al ON y justamente aparece la canción de Rhianna, UMBRELLA. Manda huevos que ahora me tengan que venir con la ironía de los paraguas, justo cuando me están haciendo tal limpieza al coche que no hará falta que lo lave en años (ya no lo hacía, pero ahora por lo menos tengo excusa).


Decido que la radio no me interesa y vuelvo con el teléfono. Es que yo no tenía suficiente con conducir y estar pendiente de la carretera sino que me complicaba la tarea usando las manos en actividades secundarias. Por fin se pone mi madre. Y me dice lo siguiente: "no, si aquí ya casi no llueve", "mama pero qué dices si estoy ya casi en casa y esto parece un tutuki splash y no veo nada y...WAHHHHH QUE NO VEO NADA". Y justo en ese momento lanzo el teléfono, mientras abro paso a un charcazo de agua cual Moisés a la vez que un relámpago ilumina mi camino. Igual soy un enviado especial y nadie se había dado cuenta.

Al aparcar el coche llovía tanto que me he mojado hasta el tanga. Corría y corría, pero no tengo ni idea de como veía porque tenía todas las gafas empañadas. Me pregunto por qué no llevarán incorporadas un kid de parabrisas para días de lluvia. Y un santo semáforo que tengo siempre del camino del coche a casa, y va Murphy y me lo pone en rojo. Pues gracias.




Ahora me encuentro mojada pero con una sonrisa triunfadora que recuperaré cuando le cuenté a mis nietos lo Mac imbécil que fui en un día como el de hoy.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Me voy a Londres el viernes (mensaje subliminal)

¿Cuántas veces habremos oído al hijo de vecino decir "no puedo olvidarlo"?


SÍ podemos olvidar a alguien. A veces nos aferramos a una idea equivocada cuando, en realidad, lo que queremos decir es "no quiero olvidar a ese alguien". Porque todavía tienes esperanzas de que vuelva, porque inconscientemente te repites hasta la saciedad que él tiene que ser para ti hasta que te lo acabas creyendo, pensando que, si consigues abandonarlo, no vas a ser feliz cien por cien. Pero más allá de todo eso, en mi opinión, está el hecho de saber que lo vas a pasar jodidamente mal. Y quieres evitarlo.


La idea de "pérdida" es algo que nuestra sociedad no suele encajar. Incluso me atreviría a catalogarla al nivel de la idea de "cambio". Y eso es porque nos gusta la estabilidad y el confort de saber que, en una temporada, no vamos a sufrir disgustos. Y volvemos al punto anterior.
A nuestra persona le envuelve una capa protectora encargada de avisarnos sobre cuando vamos a sufrir. "No lo dejes porque vas a pasarte un tiempo llorando, autista, odiando a los XY o XX, no creyendo en el amor y con una bajada de autoestima importante". ESO es lo que pasa. NO que no puedas vivir sin "él". ¿No acabó? ¿No es que no funcionó? Entonces, si sigues con la fijación es porque en el fondo te estás protegiendo de una mala época.


Pero de lo que no nos damos cuenta es que en ocasiones tenemos que pasar por etapas duras. Y que, en este caso, vivir en el autoengaño no nos hace más que ir a paso de cangrejo. ¿Qué se gana diciendo que no puedes olvidarlo? Las personas somos reemplazables. Unas se van, pero otras vuelven. Lo saludable es, entonces, conservar el pasado y ponerle un poco de blanco a la mancha negra del presente. Y entonces llegará el día en el que pronunciarás la sentencia de "lo he olvidado". Pero sabremos que no es verdad, porque todavía recuerdas su persona, los momentos que vivisteis juntos. Lo que diremos de forma oculta será "he querido olvidarlo", "he pensado que es mejor seguir y abrirle la puerta al futuro".

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Volví para mostrarte que podía volar

Acabas una relación. Pasa un tiempo. Tú afirmas haberlo olvidado. Pero seguramente ahora es el período en el que querrás mostrarle lo bien que te va sin él. Personalmente, creo que lo único que se busca es el autoengaño. Sea lo que sea, intentarás cruzarte con él de nuevo. Pero la pregunta es: ¿para qué? ¿por qué esa necesidad de hacerle ver lo que se ha perdido? ¿Es un intento por volver a verlo, es un ataque de rabia, el rencor acumulado, las ganas de ver si realmente lo has olvidado? ¿Es que el ser humano es tonto y ya está?


El autoengaño actua de forma invisible, puesto que si se hiciera evidente no tendría ningún tipo de utilidad. En la mayoría de ocasiones, tú lo quieres ver porque quieres volver con él. No valen los "quiero ser su amiga". No es verdad. Simplemente es una técnica asquerosa de aproximación en la que tú crees que vas a seducirlo de nuevo. Si algo ha acabado, si él te ha dejado, si tú lo has dejado, es porque no fue el momento. El momento ya ha pasado. Lo mejor es no engañarse y seguir hacia adelante (más aún si creemos en la teoría del amor al amor, y no en las personas).


En el caso que lo veas, pueden pasar múltiples cosas. Que lo veas y, realmente, te dé igual (eso te subirá la autoestima al ver que eres capaz de vivir sin él...por fin). Que lo veas y días después recaigas, cual período de craving. Que lo veas y te den ganas de patearlo (que es lo mismo que la situación anterior). Pero, sea lo que sea, ya no será la actitud que tenías en el pasado. Esa persona ha cambiado. Y tú también lo has hecho. ¿Pueden dos ex ser amigos? Pueden, en el caso que ya no quede amor. Pero, ¿será lo mismo que una vez fue? ¿Puedes confiar en alguien que te hizo daño una vez? ¿Por qué es malo el rencor?


Alguien te ha hecho una herida. Tu cerebro graba esa asociación y le da a esa persona la etiqueta de dañina. ¿No es eso adaptativo? ¿Por qué se le da connotaciones negativas al rencor? Búsquemoslo en el diccionario. "Sentimiento de hostilidad o gran resentimiento hacia una persona a causa de una ofensa o un daño recibidos una ofensa o un daño recibidos". ¿Por qué olvidar que alguien te hizo daño? Todos nos equivocamos. El problema es marchar sin buscar el perdón. Luego el daño es demasiado grande. Y entonces viene la pregunta de siempre, ¿se puede perdonar sin olvidar?¿Es el rencor malo? ¿Tan horrible es recordar que alguien te traicionó? ¿no es eso un mecanismo de defensa? ¿no es lo que nos hace más adaptativos?, dijo Sandra en un momento de ataque Carrie Bradshaw escribiendo desde su portátil con una taza de café caliente neoyorkino.

viernes, 18 de mayo de 2007

Pom pom pom pom pom, ¿qué película?

8/ 05/ 07. Apuntes que danzan por la calle*,

Me siento estúpida, eso lo primero de todo. Y ahora viene la explicación: el boli no combina mucho con mis complementos, y los sujetadores (ah, ¿que llevo dos?) estaban bien para la bisutería rosa inicial, no para la verde. Pero da igual; porque la gente no se fija en esas cosas. Están muy ocupados con sus mentecatas listas de qué haceres.
Si nos fijáramos en las pequeñeces, haríamos al mundo más grande; y no me cansaré de repetirlo.

Le he cogido la libreta a mi padre, que es músico. En realidad es representante; pero representante comercial. Como una amiga mía (de esas de la infancia) creyó que era un representante musical, ahora juego con eso. Así que, con el poder de la generalización, mi padre es músico.
Por eso tiene montones de libretas con pentagramas y claves de sol. Qué afición tan rara tienen los niños con dibujarlas. Recuerdo que a mí me encantaba hacerlo en la pizarra, aunque fuera alérgica a la tiza y mis dedos metamorfosearan en tomatitos al depositarlas de nuevo en la pared verde. Lo hacía de todos modos.

Voy hacia la universidad, aunque no para hacer clase. Hoy sólo tenía una hora de teoría, así que me ha parecido mejor idea quedarme en el balcón con los pechos al aire, mientras se doraban al sol y yo leía Curioso Incidente del perro a medianoche. En realidad, mis pechos seguían tan blancos como siempre sólo que, al final, para no oírme, se han teñido del color dorado de la crema del Mercadona. Siempre hay un truco oculto.

Me acaban de dar un folleto en el ferrocarril: “Habitatge i precarietat. Les lluites pels drets socials”. Y me ha hecho recordar a la política. Y a todo el rollo electoral que se ha vivido en Francia estos días. Y me da igual, la política.
No me gusta la gente que habla de ella sólo porque es lo que ha oído en la tele, o porque se lo ha dicho el vecino. En realidad, no es su opinión; lo repiten cual telegrama. Y eso es peor que lo mío.
Sin embargo, me gusta la gente que confiesa no entender una mierda, que es todo muy liado, y que nunca se lo enseñaron.
A mí me gustaría saber. Pero para eso me tendría que informar. Y es eso lo que nos da pereza. Buscar. Así que nos quedamos en el lado oscuro diciendo que, como total no cambiaremos nada, no lo intentamos. Pero no es eso; la verdad es que nos da pereza saber.
Me encantaría que alguien se sentara a mi lado ahora mismo y, en un solo trayecto, me lo contara todo. Entonces sí entendería. Pero no sé si, de todos modos, me gustaría. Ya volvemos al conformismo.

Se ha sentado un chico de unos 25 años dos asientos delante de mí; lo veo en diagonal. Cuando alguien desconocido te mira, te comportas raro. Haces como tics o ataques epilépticos, y eso siempre me ha resultado muy gracioso. Como es lo que tengo que hacer para una práctica, lo voy a observar. Preparada para la enfermedad griega.

No deja de tocarse la barbilla. Es como cuando te sale un grano subterráneo y tú te esfuerzas por tocarlo. Y es un dolor agradable, por muy masoquista que parezca. En realidad, me temo que sólo está pensando. O se aguanta la cabeza por el traqueteo del tren.
Ahora mira su reflejo en el espejo. Lo hace de forma descarada, y se coloca el pelo. Por lo menos es sincero. Hay otros que lo hacen de reojo. Pero, al fin y al cabo, todos lo hacemos, lo de mirarnos al espejo.

Me acaban de mandar un mensaje al móvil. Así que he abortado la misión de espía (tachado) de antropóloga inocente. He dedicado una parada y media para: (1) encontrar el móvil entre las mil andróminas de mi bolso industrial barra saco de dormir (de 5 plazas), (2) abrirlo (recordar: manos ocupadas con material de papiroflexia), (3) procesar el mensaje y (4) responderlo. Con todo, he perdido la pista de mi sujeto. Le acabo de decir adiós con la mirada. Me ha correspondido (es importante jugar al rol playing de esquizofrénica en las observaciones de campo), pero me ha evitado rápido. No sabe que era una despedida.
Es curioso: nos cruzamos con cientos de personas cada día que jamás volveremos a ver. Y es una pena.

Después de dos horas en el gimnasio (clase de tonificación y aeróbic), me encuentro de nuevo en el ferrocarril, aunque dirección opuesta. Un año antes, y otro gallo cantaría. Es otra de mis penas.

Todos vamos solos. Como nadie sabe para dónde mirar, CORRIJO: como todo el mundo acepta las normas implícitas de “no mirarás al prójimo en los transportes públicos”, parece un vagón de autistas bizcos. Para no entrar dentro de este rango, tenemos a los que leen, los que duermen, y los que miran por la ventana. Más allá de eso, está el grupo citado que se dedica a mover la cabeza de un lado a otro, hasta que algún otro con el mismo papel cruza mirada con él y ambos optan por hacerse los remolones, con el movimiento de cabeza pertinente y la cara de longuis apropiada.

No me gustan demasiado las personas con reloj. Son necesarias, a veces; pero no consiguen atraerme (absurdo radicalismo en efervescencia). No es que crea que el reloj es inútil (que un poco), sino que no me gusta la doctrina de llevarlo atado a mi cuerpo, a mi muñeca. Es por eso que, a veces, de forma metafórica me pongo uno y le paro la hora. Así pienso que puedo controlarlo. O que, en realidad, no me importa.

Y no es una mentecatez (palabra rescatada de mi tonto juego de encontrar sinónimos en el Word). Y tampoco estoy diciendo que nunca mire la hora que es, porque de este modo nunca llegaría a mis citas. Lo que me horroriza es que me mande algo tan abstracto. Sólo me engaño jugando con él un poco. Aunque sepa que él va a ganar igual.



Última teoría creada hasta el momento, en días de grado alto de fobia social, en los que me dedico a acampar en el terrado de mi casa durante horas, con un lápiz, cuatro hojas, algún que otro libro, un cojín y una toalla (ya he dicho que iba de acampada):
El amor no se mide por el grado de sufrimiento que se siente cuando no se está con la persona amada, sino por el grado de satisfacción que se siente cuando se está con ella.






* En memoria a una chica que redactó mientras andaba y no murió en el intento.

domingo, 6 de mayo de 2007

Como una torre demasiado alta

Hoy, día de la madre, he acabado encerrada en la habitación de ésta leyendo el kamasutra. Sí, no es algo muy normal; pero tampoco es normal ir a una clase de universidad disfrazada de princesa de Sant Jordi, con cuatro personajes más, y hacer una performance. No me viene de aquí.


Lo que aparece en ese libro es algo a lo que todavía no le he encontrado un adjetivo para definir y, como el egoísmo no es una característica muy notable del hombre, voy a compartir lo que hay entre esas líneas y dibujos.

Cuando de pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, yo respondía: periodista, abogada, profesora, actriz (dependía de la época de lucidez mental en la que me encontrara). Estaba equivocada. Lo que de verdad debía pedir es: ser escritora y dibujante del Kama Sutra, Ananga Ranga. Poder llamarle a mi flor yoni (un poco cholo el nombre), y a la cosita de mi compañero lingam (lingam lingam sbsbsbsbsbs, ven aquí, ven bonito, ¡busca busca!). Sólo así podría llegar a ser feliz. Feliz y experta en el arte del sexo.

“El mordisco hinchado es el que produce una hinchazón”. Vale, está bien saberlo. Pero, siendo ya arriesgada, me atrevo a preguntar: ¿hace falta volver a Cromañón, desangrar a tu compañero, llenarlo de bultos y heridas? ¿Se pueden usar palos? ¿A mayor dolor mayor placer? ¿Debo ponerlo en práctica con cualquiera, o necesita entrenamiento especial? ¿Luego tengo que recibir ayuda psicológica?

“Cuando la mujer se pone a gatas, como un animal, y el hombre la monta como si fuese un toro o un semental, se llama postura de la Vaca”. Más dudas: si la mujer se pone como un animal (indefinido), y el hombre como un toro, ¿por qué se llama Vaca? ¿Se tiran una sábana encima y supuestamente recrean la forma, mientras emiten muuu muuu? Me voy a ausentar dos minutos para preparar la Granja de Playmobil. Tengo que ir ambientando mi nidito de amor.

Seguimos.

En el sexo no todo es bonito, como ya se ha visto con el Hinchazón: también puedes golpear a la pareja. No dice qué utensilios usar (una versión adaptada española podría añadir el “bolso”), pero te indica cuatro maneras de realizar la dulce maniobra: con la palma de la mano, con los dedos ligeramente contraídos (señor del Kama Sutra, me va a perdonar ud. pero esto no lo acabo yo de visualizar. Sólo soy capaz de verme con una contractura en los dedos), con el puño (a mala leche), con el dorso de la mano (del estilo “no soy violenta pero las lanzo igual”).
“Estos golpes son dolorosos y la persona que los recibe suele emitir un grito de dolor”. Lo básico es la sinceridad y ya te avisan, que vas a hacer daño. Encima tienen la amabilidad de enseñarte qué tipo de sonido es probable que hagan. No lo voy a plagiar aquí, porque tampoco lo he acabado de entender muy bien (esto y porque, siguiendo mi condición de tonta, he cerrado el libro perdiendo, así, la página). Lo que sí puedo decir es con qué animales se asemejan los sonidos orgásmicos de las mujeres; increíble pero cierto: “al grito de la codorniz (Lava), del cuclillo indio (Kokila), del palomo de cuello manchado (Kapota), del pato Hansa y del pavo real (haga el lector el favor de aplaudir mentalmente a los observadores de campo que llevaron a cabo esta investigación)”. Estas técnicas orientales me traen loca. Mañana mismo me voy al zoo a imitar sonidos.

Sadomasoquismos y canciones varias a parte, también he aprendido algo sobre seducción y afrodisíacos. Afirman que un ungüento compuesto de tabernamontana coronaria, de costus speciosus y de ftacourtia cataphracta puede utilizarse como crema de belleza. Ajá. La pregunta no es si habrá de eso en el Mercadona, ni siquiera si seré capaz de repetirlo sin ahogarme; la gran cuestión es por qué lo tenían tan escondido. Se ha de ser egoísta para ponerse eso por las noches y poder dormir tranquilo. A partir de ahora me iré a dormir a las 5 de la mañana. Es importante ver todos los teletiendas posibles. ¡¡Seguro que, después de la baba de caracol, nos dan alguna información sobre la tabernamontana […]!!

Afrodisíacos, ungüentos y ahora hechizos. Mucho Harry Potter veo yo por aquí. Con lo que nos complicamos la vida y se ve que cogiendo un cráneo humano del cementerio o quemadero (algo muy habitual) en el octavo día de la quincena iluminada por la luna del séptimo mes Ashvini (importante contacto previo con la NASA), exponiéndolo al fuego, recogiendo el hollín en un plato (¿sopero? ¿de postre? ¿importa si hay restos de macarrón?) y llevándose a este último a la superficie inferior de los párpados serás capaz de fascinar a todo el mundo (eso si no te coge una infección en los ojos que te quedas hasta ciego). ¡¡Fíjate tú que facilito!! Pero si te pregunta alguien “qué tienes en el ojo”, ¿qué respondes? “Nada… el otro día que fui al cementerio y me dije, ¡voy a quemar un ratito su cráneo!... y me fui animando y animando y aquí me tienes… Si es que no somos nadie…”

Cuando la letra ya atentaba a mi autoestima, porque no lograba entender las cosas, pasé al material gráfico. Vale, pues voy a contaros un secreto: los modelos son un hombre (feo con ganas) con un gorro que va cambiando a cada foto, y (y aquí viene lo sorprendente) un travolo. Que no nos engañen más. ¡¡Eso es un tío!! Lo que pasa es que le han puesto una sábana en la cabeza y unas tetas de implante, para disimular, y ya se creen que los europeos nos lo creeremos. Pero a mi no me engañan. Ese tiene más bigote que yo cuando pierdo las pinzas de depilar. Y no se hable más.

No. Porque luego viene cuando me tengo que plantear el uso que hacen mis padres del libro; de si el gallo que canta por las mañanas es del vecino o es mi madre teniendo un orgasmo; y de por qué me faltan piezas del Playmobil.




Dejadme regalaros un fragmento que alguien me regaló en su día. No sólo leo kamasutras, sino que también Almudena Grande también ha pasado por mi retina. De mayor, Kama Sutra y Castillos de Cartón:


"Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta."

jueves, 19 de abril de 2007

You're the first, the last, my everything

Llevo todo el día pensando cómo contar la experiencia vivida. O, más bien cómo contarla, cómo excusarla. Primero he pensado en el recurso fácil del tiempo: ejke el sol me afecta las conexiones neuronales, ejke el impacto solar es un cambio demasiado brusco, y demás ejkes. Pero luego he decidido dejar el tema meteorológico para cuestiones de ascensores y encuentros casuales no deseados y centrarme en algún tipo de trastorno mental. “Calla que te cierran el blog”, me he dicho. Así que, finalmente, he optado por dejarlo ir así…como quien no quiere la cosa; con la cara esa que pones cuando te has tirado un pedo y no quieres que te descubran (ejemplo mundialmente archiconocido).

Hoy día 19 de abril, por motivo de ausencia de un profesor, nos hemos visto obligadas a tumbarnos en el césped de la universidad. Mira que yo no quería; “vamos a adelantar materia, vamos a repasar conceptos no fijados”, repetía. Demasiado tarde; ya me encontraba estirada junto hormigas, con un juego de la oca versión Telepizza (sí, eso existe. Aunque, lanzo duda sólo para expertos en rimas absurdas: ¿de moto en moto y tiro porque…?), y con una descomposición de bacterias sobaquiles importante. Después de tratar los temas de pedos vaginales (algo que casi siempre hablan todos los grupos de jóvenes estudiantes) y, de algo más común todavía, descubrir que tienes amigas que saben propiciarlos, pasamos de la posición horizontal a la posición reclinada de los asientos del bar, un centro muy cultural también.

Al entrar, sonaba la canción de Barry White. Cual estímulo-respuesta, me ha venido la asociación con la escena en que Bizcochito, de Ally McBeal, realiza su danza de pre-seducción delante del espejo. Y ese momento ha sido peligroso, porque he empezado a ladear la cadera de un lado a otro y a mover los brazos de aquí a allá. Como ya iba descompasada con la música, ha sido un fracaso. Pero a lo lejos había un hombre que no pensaba lo mismo; ese hombre era (pausa) el hombre del bar (dicho con eco) y su ayudante. El muy buen señor me ha incitado a seguir haciendo el ridículo con la propuesta de repetir la canción. Y a mí no me puedes dar la mano, porque te cojo el brazo y parte del sobaco. Así que, librándome de la carpeta y el bolso, me he colocado en posición de baile y el hombre ha sabido qué hacer a la perfección: le ha dado al play y, lo que es mejor, ha hecho sonar la música por todo el bar. Stop. Cuando digo el bar, no me refiero al “Bar Casa Paco”, no; sino que hago mención a una sala de dimensiones del parking del PRYCA (y todos sabemos cómo de llenos están los bares de las facultades: “es importante escaquearse”, ley 5 del decálogo del estudiante).


http://www.youtube.com/watch?v=wS1hwS9da98


Cuando veis este video, me veis a mí delante de los individuos presentes en el bar. Que lo más sorprendente de todo no es cómo alguien puede tener las narices de hacer el ridículo de tal forma, sino cómo este alguien puede luego seguir con su vida con normalidad, y no salir corriendo. No, nada de eso. Todo por la fama, todo por el público. Ahora entiendo yo a la Jurado cuando lloraba al ver aplaudir al público. ¡Si es que no se puede liberar más dopamina! El momento en que me he girado y he visto a todo el bar aplaudiendo he sentido que tenía que repetirlo más veces. Podría montar una gira, con mi autobús y todas esas cosas. Y luego me he dicho, anda y ves a contarlo al blog porque, si luego alguien te quiere pedir un autógrafo, lo va a tener más difícil con tanto guardaespaldas y periodistas aprovechados.

Esta chica debe ir al psicólogo. Sí, debe y va a ir. De hecho, hoy he visitado a uno (y no precisamente por el desencadenante de la mañana). Mi carta de presentación ha sido: “ansiedad (todavía no le he dicho que el test STAI marcó un percentil 97) (Lo digo con orgullo y honor), problemas metafísicos y existenciales (aquí ya me ha mirado raro), relaciones sentimentales pésimas, entre otras”. Todo esto leído a velocidad de la luz y con un grano subterráneo en la cara (concretamente la barbilla) que medio hablaba por mí. Lo hago para que se acostumbre, porque a mi los psicologímetros (rollo taxímetro) me ponen nerviosa; voy a tener que optimizar los minutos y aprender a hablar más rápido. La vida está muy cara.

Es curioso como se alarma la gente ante la idea de ir al psicólogo. Quiero ser mejor persona, sacar lo mejor de mí, exprimir cada rincón y desmenuzar mis partes malas. Encontrar un equilibrio, sanar mis relaciones, hablar conmigo misma. ¿Qué hay de malo en eso? Hay veces en los que no te sabes escuchar. O que te has escuchado tanto que te has perdido en tus palabras. Y ya no sabes qué creer. No sabes cómo reconducir tu vida. Y no esperas que otro venga y te hable como si de un oráculo se tratase. Pero si te hace falta que te limpien las gafas. Ves borroso pero no te puedes ayudar porque no eres capaz de ver el problema sin un espejo. Y ese espejo es el psicólogo, que no es más que uno mismo. ¿Vas a conformarte con lo que eres, o esperas mejorar cada día?

La moraleja del día es llevar siempre una sonrisa puesta. La vida puede ser como tú quieras dependiendo de las gafas que uses. Mírala con esperanza y ella te devolverá bailes de Barry White (mi discurso parece un poco sectario). Aprende a salir a la calle y párate a mirar el sol (no importa que otros te señalen y se escondan en un portal). Son las cosas pequeñas las que hacen tu estancia más grande. Cuando te estires en la hierba (a parte de saber que, probablemente, estás haciendo campana), analízalo todo. Atento a las hormigas. Decide cuál serías tú. ¿Seguirías la fila? ¿Te perderías entre los zapatos humanos? ¿Dejarías que seres mayores te pisaran? ¿Huirías con otra hormiguita para vivir una historia de amor? ¿Ayudarías a otras a cargar con su comida pesada? ¿Te detendrías a un lado, quejándote de lo duro que es ser hormiga? ¿Te perderías el cielo por sólo mirar el suelo (ya sé que la pobre anatomía de las hormigas y su nulo movimiento rotatorio de cuello es limitado pero…)?

Sabes qué pasó ayer (y si no lo sabes, debido a líquidos etílicos, tus amigos podrán recordártelo gustosamente). Pero nunca sabrás lo que pasará mañana. Y eso es lo bonito de vivir: cómo de imprevisible es todo.