¿Cuántas veces habremos oído al hijo de vecino decir "no puedo olvidarlo"?
SÍ po
demos olvidar a alguien. A veces nos aferramos a una idea equivocada cuando, en realidad, lo que queremos decir es "no quiero olvidar a ese alguien". Porque todavía tienes esperanzas de que vuelva, porque inconscientemente te repites hasta la saciedad que él tiene que ser para ti hasta que te lo acabas creyendo, pensando que, si consigues abandonarlo, no vas a ser feliz cien por cien. Pero más allá de todo eso, en mi opinión, está el hecho de saber que lo vas a pasar jodidamente mal. Y quieres evitarlo.

La idea de "pérdida" es algo que nuestra sociedad no suele encajar. Incluso me atreviría a catalogarla al nivel de la idea de "cambio". Y eso es porque nos gusta la estabilidad y el confort de saber que, en una temporada, no vamos a sufrir disgustos. Y volvemos al punto anterior.
A nuestra persona le envuelve una capa protectora encargada de avisarnos sobre cuando vamos a sufrir. "No lo dejes porque vas a pasarte un tiempo llorando, autista, odiando a los XY o XX, no creyendo en el amor y con una bajada de autoestima importante". ESO es lo que pasa. NO que no puedas vivir sin "él". ¿No acabó? ¿No es que no funcionó? Entonces, si sigues con la fijación es porque en el fondo te estás protegiendo de una mala época.
Pero de lo que no nos damos cuenta es que en ocasiones tenemos que pasar por etapas duras. Y que, en este caso, vivir en el autoengaño no nos hace más que ir a paso de cangrejo. ¿Qué se gana diciendo que no puedes olvidarlo? Las personas somos reemplazables. Unas se van, pero otras vuelven. Lo saludable es, entonces, conservar el pasado y ponerle un poco de blanco a la mancha negra del presente. Y entonces llegará el día en el que pronunciarás la sentencia de "lo he olvidado". Pero sabremos que no es verdad, porque todavía recuerdas su persona, los momentos que vivisteis juntos. Lo que diremos de forma oculta será "he querido olvidarlo", "he pensado que es mejor seguir y abrirle la puerta al futuro".